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[RIO DE JANEIRO] Los pequeños cursos de agua de la Amazonía cumplen un papel importante en la conservación de la biodiversidad en regiones de expansión agrícola, pero generalmente no son tomados en cuenta por las políticas de conservación, advierte un nuevo estudio.
También señala que los actuales marcos legislativos, centrados en proteger la vegetación ribereña, resultan insuficientes para conservar los ecosistemas de arroyos y sus conjuntos de peces.
Eso sucede por ejemplo en Brasil, donde las actuales leyes ambientales no los protegen adecuadamente afirma el artículo publicado en la revista Journal of Applied Ecology. El estudio recomienda cambiar las acciones de conservación hacia la gestión de cuencas enteras y redes de drenaje, y a prácticas agrícolas en tierras ya despejadas para salvaguardar el conjunto de organismos de agua dulce procedentes de las pequeñas corrientes amazónicas.
En Brasil, desde 2012, un nuevo Código Forestal flexibilizó las reglas de protección de bosques en áreas privadas basándose en la posición de quienes defienden o representan a los propietarios rurales. Según estos, la conservación del ambiente prevista en la legislación anterior impedía el avance de la producción agrícola.
La comunidad científica demostró con datos que la flexibilización sería nociva y varios estudios[1] indicaron una relación entre la nueva ley y problemas ambientales. Incluso en septiembre pasado se presentaron cuatro acciones directas de inconstitucionalidad ante el Supremo Tribunal Federal cuestionando la legalidad de algunos artículos del Código. Se estima que el fallo será dado el próximo año.
Ahora el nuevo estudio ofrece más evidencia al demostrar que las unidades de conservación no engloban la alta diversidad de peces que habita en estos pequeños cursos de agua, regionalmente llamados igarapés.
Solamente en un igarapé la investigación registró 44 especies, de las cuales 10 eran nuevas.
Cecilia Gontijo Leal, autora principal del estudio e investigadora del Museo Paraense Emilio Goeldi, explica que las unidades de conservación están pensadas para ambientes terrestres. “Sólo una parte de los igarapés está dentro de ellas, y eso no es suficiente para proteger semejante biodiversidad”, afirma.
El estudio, realizado en 83 igarapés de los municipios de Santarém y Paragominas (Estado de Pará), también detectó varios efectos nocivos por el cruce de caminos de tierra con los igarapés, como modificaciones en las especies de peces (debido a barreras para su desplazamiento), sedimentación, aumento en la temperatura del agua y empobrecimiento del hábitat.
“En el Código, estos cruces son considerados de bajo impacto, porque sirven al desplazamiento de personas y como salida de la producción agrícola. Pero cuando vemos la cantidad de estos caminos, los efectos son más visibles”, sostiene la investigadora, miembro de la Red Amazonía Sostenible.
Sólo en Paragominas el estudio identificó tres mil cruces de tierra. Las regiones estudiadas poseen 60 por ciento de cobertura forestal pero tienen gran actividad agropecuaria.
“Queremos llamar la atención sobre esta complejidad, y por qué es importante considerar esos impactos juntos”, añade.
A la luz de los resultados, los investigadores sostienen que el énfasis del Código Forestal en los bosques ciliares —bosques naturales cerca del agua— no debe disminuir la necesidad de mantener y restaurar la vegetación nativa en áreas distantes de los igarapés.
La vegetación de ribera está protegida por el Código, pero los impactos que ocurren más allá de los márgenes de los cursos de agua no están previstos por la legislación.
“No sólo la deforestación en los márgenes trae consecuencias a los peces. El igarapé no está restringido a los márgenes. Los bosques más alejados de ellos también son importantes, al igual que otros impactos como los caminos de tierra y la intensificación agrícola”, afirma Gontijo a SciDev.Net.
Mercedes Bustamante, del departamento de Ecología de la Universidad de Brasilia y miembro de la Academia Brasileña de Ciencias, está de acuerdo con esos resultados.”Proteger sólo lo que está cerca no es suficiente para mantener los procesos ecológicos que conducen a la captación de agua, que necesitan un área mucho mayor”, comenta a SciDev.Net.
Y añade que como la vegetación adyacente desempeña un papel esencial, esa conexión debe considerarse en el rango de protección. “Ya comenzamos a sentir las consecuencias de la alteración de las políticas de conservación, como escasez de agua, cuyas causas se relacionan a otros factores, incluso globales, pero todos estos vectores de transformación interactúan”, advierte.